"Osman se vio a si mismo y su anfitrión descansando a su lado. Desde el seno del jeque Edebali surgió la luna llena (emblema de Mal Hatoon), e inclinandose en el seno de Osman se hundió en él y se perdió de vista. Tras eso brotó abundantemente un árbol, que creció en belleza y fuerza, más y más fuerte. Creció hasta que el verdor de sus ramas y hojas daba más y más sombra, hasta cubrir el horizonte de las tres partes del mundo. Bajo el árbol había cuatro montañas, que él conocía como Cáucaso, Atlas, Taurus y Hemo. Estas montañas eran las cuatro columnas que parecían soportar la cúpula de hojas del árbol sagrado en el cual estaba centrada la Tierra. De las raíces del árbol surgían cuatro ríos, el Tígris, el Eúfrates, el Danubio y el Nilo. Altos barcos e innumerables barcazas surcaban las aguas. Los campos rebosaban de cosechas. Las laderas de las montañas se vestían de bosques. Exultantes y abundantes florecían las fuentes y riachuelos a través de los cipreses y los rosales. Brillaban las ciudades en los valles, con sus cúpulas, con pirámides y obeliscos, con minaretes y torres. La luna Creciente brilló en lo alto, de entre las galerías sonaba la llamada a la oración del Muecín. El sonido era acompañado por las suaves voces de mil ruiseñores, con el parloteo de infinitos loros de todos los colores. Había pájaros de todas las especies. Cuando la multitud se paseaba a la sombra del techo vivo de las grandes ramas del interminable árbol, y cada hoja del árbol tenía la forma de una cimitarra. De repente se levantó un viento poderoso y las espadas de cada hoja señalaron a diversas ciudades del mundo, pero especialmente hacia Constantinopla. Esa ciudad, en la unión de dos mares y de dos continentes, parecía el diamante situado entre dos zafiros y dos esmeraldas, para formar la piedra más preciosa en el anillo de un Imperio universal. Osman pensó al levantarse que debía ponerse el anillo soñado en su dedo."
El Sueño de Osman es un relato legendario que cuenta como surgió el imperio otomano a comienzos del S.XIV.
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